CADENA 100 comprueba el amor de Robbie Williams por la vida en su apoteósica noche en Madrid

"¿Me habéis echado de menos?". La pregunta de Robbie Williams a Madrid tenía una respuesta obvia. Por supuesto que, a los buenos músicos y artistas se les echa en falta. Y él, sin duda, lo es. No solo porque ha sido capaz de dar forma a auténticos himnos desde que comenzara en esto de la música de la mano de Take That en los años 90, sino porque entiende lo que es un espectáculo con todas las aristas que lo componen. Anoche, Madrid lo recordó. Porque hacía mucho -demasiado- que no pisaba nuestra capital. En concreto, desde que en 2015 llenara el Barclays Center.

El Mad Cool conseguía convertirle en su cabeza de cartel y en el plato fuerte de la primera jornada del festival. Una en la que reconocía que él también había echado de menos a su público español y no se cortaba a la hora de agradecerles que estaban haciendo feliz a un hombre mayor... y que aún está algo tocado por las secuelas que le ha dejado el Covid, convertido en su caso de larga duración. De hecho, hace un par de semanas, tenía que hacer un alto en el camino para coger aire antes de proseguir.

El protagonismo de Gerard

Con el paso de los minutos y ese cabalgar medido entre temas de todas sus etapas musicales -sin faltar, por supiesto, su mítico 'Rock DJ'-, Robbie aprovechó para contar anécdotas. Sin duda, los detalles de cómo fue su periplo en Take That, fueron los que más interés suscitaron. Para hacerlo más personal, se dirigía a Gerard, un hombre entrado en años que se situaba en las primeras filas y al que juraba que, ese joven que podía ver en las enormes pantallas en el escenario, era él. No se arrepiente. No le da vergüenza. Para Williams, es una época más que le ha ayudado a ser el artista que es. Carismático y, sobre todo, rebelde. De hecho, explicaba cómo su mánager le advirtió que, si no seguía las reglas, le tendrían que desterrar de la banda. ¿Su respuesta? Rebelarse aún más. Es lo que tiene ser tan famoso como para que no puedan prescindir de ti...

Robbie se atrevía a interpretar el himno americano, pero también a hacer un pequeño tributo a Oasis y entonar el 'Don't Look Back in Anger' que revolucionaba a un público entregado. Lo hacía enfundado en ese traje dorado, lleno de brillos, con el que se ha subido a las tablas en todas y cada una de las paradas de su gira. Sin tirantes, para aguantar bien el sudor lógico del enérgico movimiento sobre el escenario que no es reflejo de cómo los años se van acumulando en su DNI.

El fin de una era

¿Cómo fue la salida de Take That? También lo contaba en esos 'speachs' como se fue al festival de Glastonbury cuando no estaba bien y cómo, al regresar -después de habérsele ido de las manos esa ruptura de reglas a la que se refería antes-, le echaron de manera fulminante de la banda. Era normal: no se hablaban y la relación estaba completamente rota. Acababa de escribir 'Angels' -otro de los números 1 que sonó en el cielo de Madrid y que le sirvió para poner el punto y final a su 'show'- y, rabioso por cómo había terminado esa etapa antes de iniciar la carrera en solitario, juró que jamás volvería a verles. Pero no cumplió, porque 30 años más tarde le llamaron y, tras ver cómo vendían 250.000 entradas en un día, hizo suyo aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él".

No fue la única promesa que rompió, porque si en los 90 fue categórico al decirse que nunca se casaría ni tendría hijos, hoy lleva 17 años con su mujer y tiene 4 hijos a los que, este jueves, dedicaba 'Love my life'. O lo que es lo mismo: 'Amo mi vida'. Que es lo que demostró anoche. Con esa declaración de amor. Con esas camisetas que lanzó para regocijo de unos pocos afortunados. Y con esa conexión con un público al que personalizó en Gerard, a cuyos hijos hizo una videollamada para hacer suyo también el mensaje de amor.