De Taylor Swift a Maximiliano Calvo

Hace exactamente una semana estaba viendo el concierto más espectacular, en términos de producción, que he presenciado en directo, el de Taylor Swift en el Bernabéu. Pues bien, siete días después estoy dispuesto a presenciar un concierto sin pantallas de leds mas grandes que las de The Sphere en las Vegas, ni pulseras de colores, con una iluminación austera, un equipo de sonido espartano y un escenario humilde de tres metros de ancho, más pequeño que el habitáculo del batería de la cantante norteamericana.

El 5 de junio, a las nueve y media de la noche el centro de Madrid era un horno. Es cierto que el ambiente no llegaba al punto de cocción tórrida que tienen las noches de julio en la capital en las que el termómetro de la Gran Via marca 33º a las tres de la mañana y por las aceras salen a pasear cucarachas que parecen aceitunas negras “king size”, pero para ser aun primavera, hace mucho calor.

El detalle climatológico nos pone en contexto de una noche que llegaría cargada de energía, Maximiliano Calvo ofreció un concierto memorable en la Sala Vesta de Madrid.

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Desde el primer acorde, quedó claro que este no sería un concierto cualquiera. Sin pantallas gigantes ni efectos visuales abrumadores, Calvo y su banda lograron crear una atmósfera íntima y electrizante. El espíritu de la Sala Vesta, con capacidad para 200 personas, se mantuvo intacto, llenando cada rincón con su vibrante esencia musical.

La noche estuvo marcada por un sonido más luminoso y pop que en los anteriores conciertos del rosarino. Con un algún arreglo musical de estilo ochentero, Maximiliano siempre ha esquivado con mucha soltura los tópicos de comparaciones con Calamaro o Coti, artistas y compositores argentinos que han triunfado en la radio musical española, haciéndolos extremadamente populares, y convirtiéndolos en las últimas dos décadas en el sonido genérico entendible por el oído del español promedio.

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Maximiliano Calvo ha conseguido con sus nuevas canciones un sonido propio, identificable y único. En el concierto de Madrid demostró una vez más por qué es un compositor necesario en la escena actual. Su música, una mezcla mestiza de rock en su origen y mucha, mucha melodía pop con aires del Támesis, provocó una oleada de emociones que resonaron con cada nota del concierto.

"¡Qué sonido! ¡Qué banda! ¡Qué coros!", era el murmullo constante entre el público. El ejemplo patente de menos es mas, de que el talento es necesario, pero el trabajo es imprescindible en cualquier disciplina artística, en la música popular, también.

Maxi, conocido por su hiperactividad y su enérgica presencia escénica, no decepcionó. Cuando se enfunda su Telecaster, a veces evocando a Prince y otras a Hendrix, esta se convierte en una extensión de su cuerpo, canalizando la energía directamente hacia el público, con algún solo de guitarra hipnótico, como si se estuviese transportando a otra dimensión y manteniéndonos cautivados de principio a fin.

Maximiliano Calvo, con su estilo provocativo y su capacidad de conectar con el público, consolidó su lugar como una figura imprescindible en la música actual.

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El concierto fue un verdadero despliegue de talento y carisma, que dejó a todos con ganas de más. Sonaron todas las canciones de su nuevo EP: “Barato y romántico”, cinco gemas que muestran al Maximiliano más naif en “flores de plástico”, el divertido en “mal acompañado”, el Maxi perdedor en la joya pop “libros de autoayuda”, “en solitario” es una flecha beat directa al corazón y “fotosensible” es la mas hipnótica y melancólica. Aunque también hubo tiempo para algunas de sus canciones de su anterior trabajo que nos mostraban a un Maximiliano mas alternativo como en “vagos y maleantes”, o su muy bailable “feng sui”.

En resumen, la noche en la Sala Vesta fue una celebración del talento y la pasión de Maximiliano Calvo, una experiencia que quedará grabada en la memoria de todos los asistentes. Sin duda, un concierto para recordar y un artista para seguir de cerca en su ascendente carrera.